“¿Cómo no voy a tener inseguridades y miedo al abandono si siempre he visto cómo otras personas son elegidas por encima de mí?” Este mensaje publicado en la plataforma X es un ejemplo común sobre cómo las personas expresan con palabras la emoción del miedo en las redes sociales.
Así lo demuestra un estudio del proyecto Cartografías lingüísticas del miedo en el que trabajan investigadores del Neurohumanities Lab de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey y de la Facultad de Lenguas y Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Manuel Cebral, investigador del Tec, platica que se trata de una propuesta interdisciplinaria con enfoque en las humanidades y las neurociencias para entender cómo se manifiesta y se expresa el miedo en las personas y en la sociedad mexicana a través de formas lingüísticas, pero también, con reacciones físicas.
Los investigadores elaboraron un corpus (conjunto de escritos ordenados y clasificados como muestra de esta emoción) para hacer análisis estadístico con software e Inteligencia artificial, y entender el alcance del miedo a partir de tres fuentes: literatura (crónicas y ensayos), prensa y textos de redes sociales.
También, diseñaron una experiencia inmersiva donde voluntarios fueron expuestos a un ambiente audiovisual que –a partir de mediciones biométricas– responde a su nivel de miedo, y con el que pueden interactuar en varias actividades a partir de los textos analizados.
Las formas lingüísticas del miedo
El miedo es una emoción que es relevante entender a nivel individual y a nivel social, dice Cebral. En lo individual, somos susceptibles de sentirlo por causas naturales, como la oscuridad, lo desconocido o que alguien pueda hacernos daño, también se manifiesta a nivel sociedad, donde se multiplica y se expande, incluso, la misma comunidad puede ser una fuente de miedos.
“Por ejemplo, en las redes sociales, los chicos cada vez tienen más miedo a tener un tipo de imagen no deseada, a la aparición en público, ser observados o analizados. Hay miedos que van más allá de lo natural, que son estructurales, como la inseguridad o la violencia en las calles, relacionados con aspectos sociopolíticos”, agrega.
Cebral menciona que, a partir de identificar y entender las reacciones ante esta emoción, se pueden empezar a mitigar sus efectos nocivos.
La investigación se enfocó en analizar el corpus creado a partir de bases de datos y textos no ficticios para identificar qué desencadena el miedo a nivel social y las reacciones humanas.
Algunas de las palabras mapeadas en las diferentes fuentes fueron: violencia, desaparecer, policía, mujer, peligro, estrés, ansiedad, inseguridades, entre otras.
En las redes sociales, el equipo analizó mensajes publicados en X durante 2023, utilizando el hashtag #miedo, donde encontraron que es común que se vincule esta emoción con temas de inseguridades personales.
En el apartado de prensa, a partir de publicaciones entre 2019 y 2023 seleccionadas de los diarios El Universal, La Jornada, Excélsior y El Heraldo, estudiaron su relación con la forma en la que el poder político enfrenta desastres, como terremotos, inundaciones o Covid-19.
Mientras, en el corpus de literatura, detectaron que textos filosóficos y sociológicos lo relacionan con el poder y el control social, así como relación en la crónica con temas de violencia contra las mujeres y los jóvenes en las familias.
El miedo social está compuesto por muchos otros individuales, dice Cebral, por lo que cada persona puede influir desde su parte para mantener o afrontar un estado de miedo.
Diseñan experiencia inmersiva para medir el miedo
Para entender cómo reaccionan las personas ante el miedo, el equipo de investigadores diseñó una experiencia inmersiva en la que un grupo de voluntarios fue expuesto a un ambiente responsivo con estímulos textuales, así como videos, sonidos y animaciones.
Mientras los participantes interactúan con el espacio, los científicos usan tecnología para medir los cambios en sus estados de ánimo y de miedo. Utilizan técnicas de electroencefalografía con las que miden la actividad eléctrica del cerebro, así como sensores de frecuencia cardiaca y ubicados en partes estratégicas del cuerpo.
“Hicimos un algoritmo que –en una escala del cero al 100– detecta cuatro diferentes niveles de miedo en las personas”, dice, “lo que medimos (en la emoción) son las variables de excitación, valencia y dominancia, es decir, si la persona está excitada o si tiene control de sí misma”.
La experiencia consta de tres partes, dice Cebral. La primera somete a la persona a un entorno estresante, en un cuarto oscuro con videos, luz y sonidos incómodos. Hay mediciones de la actividad cerebral cada 10 segundos que, según el nivel de miedo, vuelven el entorno más o menos estresante, con imágenes que vibran más o con intensidad en sonidos y destellos.
En la segunda parte se pide a la persona que –a partir de una lista sugerida– diga las palabras que mejor se asocian con la experiencia que acaba de tener. Entre las más comunes pueden estar miedo, ansiedad, claustrofobia y estrés.
A partir de ellas se genera lista para caracterizar a cada persona y se utiliza un algoritmo para ubicar textos en la literatura del corpus con las que tengan similitud. Luego, se proyectan los escritos para que el voluntario los lea en voz alta y analizar su voz, el volumen y emoción en ella.
En la parte final, las personas interactúan con una obra de arte que tiene una animación que responde a sus movimientos; es una pintura del siglo XVII en la que aparecen bienes materiales como dinero, comida, libros que son el conocimiento, un reloj de arena que expresa el tiempo, una flor y una calavera para ilustrar la vida y la muerte, respectivamente.
“Es una reflexión acerca de lo efímero de estos bienes y que al final todos terminamos en la muerte; es enfrentar ese miedo a la muerte, a la temporalidad. Hacemos un análisis de emociones en el rostro de la persona, que coincide con el del cráneo y se puede mover”, explica.
Actualmente, los investigadores analizan los resultados de los estudios biométricos y las palabras mencionadas por los participantes en el estudio.
Investigación sobre el miedo llega a exposición
A partir de la investigación y el experimento de Cartografías lingüísticas del miedo, el equipo llevó su trabajo a una exposición en Querétaro para divulgar los avances de su trabajo y que la sociedad pueda conocer el potencial de entender el concepto del miedo.
“Corrió en paralelo a la experiencia inmersiva para explicar los experimentos. Había estaciones donde, por ejemplo, las personas podían escribir un texto y obtener un resultado emocional a partir de un análisis computacional, o interactuar con un chat que genera historias de miedo y nubes de palabras que pueden mover”, explica.
A diferencia del experimento que se realizó con los voluntarios, que se sometió a un protocolo de investigación con la aprobación de un comité y el consentimiento de los participantes, la exposición no realizó mediciones y solo fue con fines de divulgación.
Relacionado a este proyecto, el equipo organiza seminarios y charlas con expertos en el tema de las neurohumanidades.
Actualmente, el protocolo del proyecto no contempla casos clínicos, por lo que para incluir a personas con diagnóstico sería necesario adecuarlo y contar con la participación de profesionales en psicología y psiquiatría.
Cebral espera que a futuro este tipo de experimentos se puedan ajustar para ayudar a las personas a conocer y controlar su reacción ante el miedo, tener una mayor introspección y autoconocimiento, incluso, de forma terapéutica.
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