La postpandemia, el escenario geopolítico y el desarrollo acelerado de tecnologías en los últimos años, han transformado significativamente el aprendizaje. En ese sentido, la educación no solo debe adaptarse al presente, sino anticiparse al futuro, construyendo puentes para lograr tener sociedades más justas, resilientes y humanas.
Sin embargo, este camino plantea interrogantes fundamentales: ¿cómo podemos garantizar una educación equitativa en un mundo marcado por desigualdades crecientes?, ¿estamos preparados para integrar la tecnología de manera inclusiva y ética? y, sobre todo, ¿cómo transformamos la educación en una herramienta acción frente a los desafíos globales que enfrenta la humanidad? Estas interrogantes se pueden analizar desde tres ámbitos.
La Educación 4.0
El primero de ellos está enfocado en un concepto emergente conocido como Educación 4.0, que se caracteriza por promover nuevos esquemas pedagógicos para enseñar y aprender, en un mundo cada vez más digitalizado, interconectado y dinámico con inteligencia artificial (IA), realidades extendidas, robótica, entre otras.
La Educación 4.0 se centra en desarrollar competencias y habilidades que van más allá del conocimiento tradicional, con lo cual se plantean nuevas interrogantes: ¿cómo podemos asegurarnos de que la tecnología no deshumanice la educación?, ¿cómo garantizamos que el aprendizaje personalizado no se convierta en aislamiento? La clave podría estar en encontrar un equilibrio entre aprovechar las innovaciones tecnológicas sin perder de vista la importancia del contacto humano y el desarrollo integral de los estudiantes-aprendices.
Democratizar el conocimiento
Un segundo enfoque corresponde a la democratización del conocimiento. Sabemos que el acceso a internet abrió la puerta para que las personas pudieran tener acceso a información que antes solamente estaba disponible para un limitado grupo de personas en la academia, el gobierno y el sector empresarial, pero a la par, acrecentó un fenómeno conocido como brecha digital.
La brecha digital hace referencia a algo más amplio, además del acceso a la conectividad y los dispositivos, también se trata de asegurar que las personas puedan participar de manera activa en una sociedad basada en el conocimiento. Hoy en día, a pesar de tener la posibilidad de acceder a información e involucrar a las personas en diferentes acciones, existen otras variables que impactan en los diferentes contextos, por ejemplo, el acceso a servicios básicos de infraestructura (energía eléctrica, cobertura tecnológica de redes), barreras culturales (condiciones de trabajo, prejuicios, capacidad de comunicación) y educativas (alfabetizacón digital).
Y esta variable educativa -la alfabetización digital– no solo está acotada a ser una habilidad técnica, sino también a desarrollar competencias vigentes en una era de complejidad. Es ahí donde competencias como el pensamiento complejo y sus subcompetencias de pensamiento científico, pensamiento crítico, pensamiento sistémico y pensamiento innovador, así como la competencia de pensamiento computacional y competencias emprendedoras, son vitales para adaptarse y enfrentar a los diferentes retos de la educación (sector académico) y aprendizaje para toda la vida (fuerza laboral y aprendizaje permanente).
Investigación educativa
Finalmente, el tercer ámbito es desde la perspectiva desde la investigación educativa, la cual se caracteriza por ser un proceso sistémico destinado en analizar y comprender los fenómenos relacionados con la enseñanza, el aprendizaje y los contextos educativos.
En la actualidad contamos con diferentes enfoques y tradiciones metodológicas que se utilizan en procesos de investigación educativa, pero más recientemente se han promovido los de tipo interdisciplinarios que integren tecnología, ciencias del comportamiento y el análisis de datos. Por ejemplo, en la actualidad se puede utilizar la IA para identificar patrones de aprendizaje, adaptar contenidos individuales en estudiantes y evaluar diferentes estrategias pedagógicas.
Dentro de las áreas de oportunidad de este enfoque se encuentra que en la gran parte de las ocasiones, los datos recolectados y analizados, no se traducen en impactos reales. Se entiende entonces que existe una brecha amplia entre la teoría y la práctica y es justamente en este ámbito en el que los investigadores educativos deben valorar la colaboración con la academia, el gobierno, la industria y la sociedad civil.
Las y los docentes son insustituibles
Como reflexión final, dado que hoy podemos contar con algoritmos que pueden recomendar contenidos personalizados basándose únicamente en perfiles registrados en bases de datos, el papel del docente en la academia o el formador-instructor en otros sectores, sigue siendo insustituible, ya que son quienes mejor conocen el contexto académico y a sus estudiantes-aprendices.
Los educadores no solo imparten conocimientos sino que también inspiran, guían y crean conexiones significativas. En este sentido, la tecnología debe considerarse como una herramienta al servicio del aprendizaje, no como un reemplazo del factor humano. En tanto, la educación no se trata solo de tecnología o metodologías innovadoras, sino de un acto de transformación humana, en donde si se logra combinar los avances tecnológicos con una visión inclusiva y centrada en el desarrollo integral, estaremos un paso más cerca de construir un futuro más equitativo y esperanzador.
Autor
Leonardo David Glasserman Morales es profesor investigador del Research Lab del Institute for the Future of Education y profesor asociado en el departamento de educación de la Escuela de Humanidades y Educación, del Tec de Monterrey. Es profesor del Doctorado en Innovación Educativa y de la Maestría en Emprendimiento Educativo del Tec de Monterrey. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, nivel 2, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), entre otras asociaciones.