En diciembre de 2022, Andrés −un hombre transgénero que ha pedido a TecScience resguardar su verdadero nombre− asistió a unos laboratorios clínicos en la Ciudad de México a hacerse un ultrasonido para asegurarse de que no existiera ninguna anomalía en sus glándulas mamarias, antes de hacerse la mastectomía subcutánea, como parte de su proceso de reafirmación de género.
“Normalmente, habría tomado 25 minutos, pero terminó durando una hora y media por falta de capacitación del personal. Me llevaban a un cuarto y me hacían más preguntas”, cuenta Andrés. “Me hablaban en pronombres de ella, me trataban de manera despectiva”.
Antes de irse, su mamá, quien lo acompañaba, presentó una queja con los supervisores del lugar, por discriminación.
“Me dijeron, con voz fuerte, que era mi culpa porque no había llegado depilado. Fue vergonzoso, toda la gente que estaba esperando se enteró”.
Haber sido tratado así lo dejó con un mal sabor de boca. “Desde entonces, si necesito ir a un doctor, me aseguro con gente de confianza de que sean aliados de las personas trans y queer”.
El de Andrés es solo uno de muchos ejemplos de cómo el personal médico y de salud, en ocasiones, discrimina a miembros de la comunidad LGBTIQA+.
La atención médica hacia la comunidad LGBTIQA+
Cinco años antes del caso de Andrés, la Secretaría de Salud publicó el primer Protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las personas LGBTTI.
Existen muchas otras guías de instituciones de salud enfocadas en darle una atención de calidad a los miembros de esta comunidad, pero la discriminación sigue siendo común.
“Creo que empieza desde los pronombres, deberíamos preguntarlos [al inicio de la consulta], pero es algo que no hacemos”, dice Amairany Vega, médica cirujana de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud del Tec de Monterrey.
Vega, una mujer bisexual, dirigió un capítulo del libro The Lifelong Learning of Health Professionals: Continuing Education and Professional Development, sobre cómo sensibilizar a las generaciones futuras sobre la atención a la comunidad.
Ahí, ella y sus colegas explican que la discriminación de esta población por parte del personal de salud puede tomar muchas formas.
Entre ellas está el no usar los pronombres adecuados, asumir la orientación sexual de los pacientes por su comportamiento, emitir juicios al respecto de su actividad sexual y omitir preguntas por desconocer otras prácticas sexuales distintas del coito vaginal heterosexual.
De hecho, esto puede resultar en diagnósticos equivocados, que no se les hagan ciertos exámenes o pruebas o el atribuirles una enfermedad basándose en prejuicios.
“Se sigue asumiendo que algunas enfermedades, como el VIH, se transmiten más entre hombres homosexuales, pero no hay ningún sustento científico de esto”, explica Vega.
Una de las consecuencias más graves de esta discriminación es que las personas que pertenecen a esta comunidad prefieren no asistir al médico.
“Mi experiencia es similar a la de muchas personas trans que tratan de minimizar su contacto con cualquier tipo de doctor”, cuenta Andrés.
En México, comparado con el resto de la población, 5.9% más de personas LGBTIQA+ buscan atención médica en el sector privado y el 2.1% no la busca en ningún entorno, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG).
El primer paso está en la academia
De acuerdo con Vega, todo comienza en la escuela, cuando los estudiantes de medicina están aprendiendo sobre los aspectos teóricos y prácticos detrás de las enfermedades.
“Creo que, a pesar de que ya hay papers e investigación al respecto, todavía hay una brecha entre el dicho y el hecho”, dice Pilar González, Líder de Estrategias Preventivas y Formativas del Centro de Reconocimiento de Dignidad Humana (CRDH) de TecSalud.
Por ello, el que se enseñe a la comunidad médica sobre cómo atender de forma empática a las personas LGBTQI+ sigue dependiendo de profesores o alumnos sensibles al tema.
“La disciplina médica tiene rasgos muy patriarcales, simplistas y binaristas. Se erigió como ciencia rigurosa, pero es poco autocrítica; sigue siendo ciega y terca para admitir la relevancia de las ciencias sociales en su estudio. Ha habido un remanente de los valores de algunas religiones, demasiado focalizados en la sexualidad”, apunta González.
Vega agrega que se minimizan las prácticas fuera de las heterosexuales, “como si fueran una excepción, pero no lo son”.
En México, el 5.1% de la población de 15 años o más se identifica como parte de la comunidad LGBTIQA+, de acuerdo ENDISEG.
Por ello, actualizar los planes de estudio y preparar a quienes dan clases es primordial. «Por el momento, el equipo docente no está capacitado para impartir cursos sobre estos temas. Hace falta ese esfuerzo», opina Vega.
Erradicar la discriminación a la comunidad LGBTIQA+ en el entorno médico
Para poder erradicar la mala atención y discriminación hacia la comunidad LGBTQI+ por parte del personal de salud se necesita el esfuerzo coordinado de varias esferas de la sociedad, pero, sobre todo, de los tomadores de decisiones.
“Es urgente la sensibilización de las personas que están tomando las decisiones, tanto en las escuelas, como en la práctica médica”, opina González.
La representación de las personas LGBTIQA+ dentro de los hospitales, escuelas de medicina y consultorios es igual de importante.
“Actualmente, no son espacios tan seguros para que demuestren su diversidad. Es necesario implementar mecanismos para proteger a quienes son vocales sobre su identidad sexual o de género”, agrega.
Los esfuerzos también deben estar enfocados en incentivar la investigación científica con perspectiva de género. “Los estigmas sobre la disidencia sexogenérica son muy fuertes, hay que romperlos con evidencia”, dice González.
Invitar a las personas de la comunidad médica a buscar mejorar su relación con sus pacientes y su atención hacia esta comunidad también es clave.
“Las personas llegan a consulta cuando están vulnerables, enfermas o dolientes”, expresa González. “Tendríamos que ser particularmente empáticos hacia todas las personas”.
Aunque quienes forman parte del mundo de la medicina suelen tener una agenda complicada, es momento de darle prioridad a la manera en que se atiende a las comunidades más vulnerables.
“Sé que a veces no tienen el tiempo para realizar estas capacitaciones, no creo que lo hagan con malicia, pero pueden cambiar la manera en que vas al doctor y si de entrada vas o no”, opina Andrés.
A pesar de que el panorama suena complejo, de acuerdo con González y Vega, es esperanzador que las nuevas generaciones estén buscando romper con los paradigmas de atención que han prevalecido hasta ahora.
“Como profesionales de la salud, somos importantes en el tratamiento de las enfermedades, pero también en acompañar a las personas que atendemos”, dice Vega.
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