Ante las desigualdades sociales que se viven en el mundo, crear programas para llevar la educación escolarizada a las poblaciones más vulnerables –las que viven en pobreza, con alguna discapacidad o que son personas migrantes– es una manera de promover un futuro digno para todos y todas las mexicanas.
En México, 6.4 millones de niños, niñas y jóvenes de entre tres y 18 años no asisten a la escuela, representando el 18% de la población que, por su edad, debería asistir de forma obligatoria, de acuerdo con el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO).
Las poblaciones que enfrentan los mayores obstáculos para acceder a la educación son las que hablan alguna lengua indígena, viven con alguna discapacidad, en comunidades rurales o son afrodescendientes.
Por ello, es indispensable crear programas dirigidos a garantizar el derecho a la educación de los grupos vulnerables.
“Creo firmemente que la educación es la única herramienta que nos puede salvar, como México y como humanidad”, dice Yolanda Heredia, profesora investigadora de la Escuela de Humanidades y Educación (EHE) del Tec de Monterrey.
Desde hace más de dos décadas, la investigadora ha dedicado parte de su tiempo a encontrar formas de innovar en educación y llevarla a distintas poblaciones vulnerables en México.
Ahora, en colaboración con Francisco Díaz, Decano Asociado de Investigación (EHE), Heredia y más investigadores de la escuela han creado Educación Inclusiva en Ambientes Vulnerables, una colección de proyectos, iniciativas e investigaciones enfocados en asegurar que quienes viven alguna desigualdad también tengan acceso a educación de calidad.
Educación para comunidades vulnerables en Chiapas
La idea es que, a futuro, este grupo desarrolle proyectos de investigación que, en conjunto con instituciones como el Centro para la Primera Infancia y los Centros de Desarrollo Infantil (CENDI), logren expandir la educación a zonas donde es más difícil acceder a ella.
“He trabajado muchísimo con poblaciones indígenas en Chiapas”, cuenta Heredia. En uno de estos proyectos, los investigadores llevaron tablets digitales a escuelas indígenas de habla tzotzil en las afueras de San Cristóbal.
El objetivo del estudio fue describir el impacto educativo de utilizar tablets digitales y la plataforma educativa digital SUGAR en los salones de segundo y tercer grado de primaria. Las tablets fueron entregadas tanto a los profesores de las escuelas, como a los alumnos.
En general, encontraron que al combinar la tecnología digital con la plataforma SUGAR, es un ambiente de aprendizaje efectivo que ayuda al desarrollo de habilidades tecnológicas y cognitivas en los estudiantes y profesores.
También mejoró la autoconfianza de los estudiantes y aumentaron sus habilidades lingüísticas en español.
En otro estudio aún por publicarse, llevaron Leo Leo, una aplicación educativa basada en inteligencia artificial (IA), para que niños de entre 4 y 7 años de edad aprendan a leer y escribir.
La aplicación fue utilizada con 2,300 niños y niñas de tercero de preescolar y primero de primaria en distintas ciudades y localidades de Chiapas.
Ahí, dividieron a los alumnos en tres grupos experimentales: uno que trabajaba con la aplicación en el salón de clases y en casa con tablets, un segundo grupo que trabajaba solo con la aplicación en casa y uno tercero que no usó la aplicación. Lo que encontraron es que los dos primeros grupos mostraban una mayor facilidad para aprender a hablar y escribir.
Educación Inclusiva en Ambientes Vulnerables
Estos son solo dos ejemplos del tipo de investigaciones que pueden impulsarse con Educación Inclusiva en Ambientes Vulnerables, con el fin de que la educación alcance a niños, niñas y jóvenes de lugares en México donde el acceso sea nulo o limitado.
“Nos dimos cuenta de que en San Cristóbal todavía hay muchos niños que no van a la escuela porque trabajan vendiendo cosas en la calle y siguen estando en condiciones muy difíciles”, dice la investigadora.
Con los datos sobre la desigualdad en la educación que se vive en México, es natural asumir que en otras ciudades con índices altos de pobreza, la educación escolarizada tampoco está tan presente como desearíamos.
Sin embargo, iniciativas como esta renuevan la esperanza en que sí hay maneras de ir reduciendo estas brechas y mejorando la calidad de vida de los y las mexicanas.
“Ojalá tuviéramos la posibilidad de cambiar la educación de nuestro país, pero al menos podemos probar que se puede incidir en aspectos importantes”, expresa Heredia.
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